Encierro Tradicional
al estilo de la Villa de Pedraza. 9 de septiembre de 2.012
Precioso el encierro de Pedraza,
de los más bellos a los que asistimos. No es un encierro de corredores, es un
encierro a la vieja usanza, traer los toros encabestrados desde un cercado de
la dehesa del pueblo con caballos hasta la misma plaza de toros, todo esto en
un enclave mágico que nos hace recordar la edad media.
Eran las 10:00 de la mañana
cuando desde los miradores del pueblo, lugares donde se ve prácticamente la
totalidad del encierro, se veía una gran polvareda en los corrales de suelta. Pronto
nos llegaba información que los novillos se habían escapado. Los jinetes con
gran destreza consiguieron reunir a 5 de los 6 novillos, pero al llegar a la
cresta de la dehesa, uno de ellos cambió el rumbo hacia la izquierda haciendo
correr a varios caballos. Se decidió dejar suelto junto con las vacas que
pastan en la dehesa a este novillo.
Los otros cuatro erales bajaban a
gran velocidad ladera abajo junto a la tapia que delimita la dehesa, por detrás
iba la parada de bueyes y los caballistas muy desperdigados. Este encierro
únicamente tiene unos doce caballistas, que son los autorizados. Cuando se
disponían a entrar en las talanqueras del arroyo y cruza la carretera por
debajo, los novillos dieron un arreón a la izquierda y volvían a subir colina
arriba, los todoterreno que acompañan al encierro desde lejos les cortaron la
huída y esperaron a que llegasen hasta ellos los cabestros. Los volvieron a
conducir hacia la salida de la dehesa, pero la tendencia de los animales fue la
de volver a los corrales de suelta deshaciendo el camino realizado. A media
ladera consiguieron darles la vuelta, y esta vez sí, a la tercera fue a la
vencida, consiguieron que pasaran por debajo del puente para entrar así al prado.
Si normalmente el recorrido por dentro de la dehesa son unos 2 kilómetros, este
año a buen seguro que duplicaron la distancia.
Una vez dentro del prado iba la
manada muy abierta, con un caballo por delante y cuatro de los seis novillos
que empezaron el encierro junto a ocho mansos y ocho caballos más. Dos de los
bueyes se quedaron aquí, parecía que sabían lo que iba a ocurrir, incluso
intentaron salirse para regresar a la dehesa.
La salida del prado es una
durísima cuesta de pocos metros, pero casi un escalón, con un caballo por
delante y el resto de la manada detrás, ahora les quedaban los 200 metros más
duros del recorrido, la última recta antes de la curva en la que ya se permite la
presencia de público es muy empinada y los animales fueron a un ritmo lento,
casi a cámara lenta. Al llegar a la curva y escuchar el bullicio de la gente se
dieron la vuelta llegando a las puertas del prado que se cerraron. Recorrieron el
camino varias veces, hasta que por fin dieron la curva y entraron en el
recorrido donde esperan los corredores a pie. Al asfalto llegó un novillo con
cuatro mansos por delante, seguidos muy de cerca por otros dos que iban
arremetiendo a las talanqueras con un manso. En la calle Real se distanció el
primero de los novillos, quedándose rezagados los cabestros hasta tal punto que
casi son alcanzados por los otros dos erales.
Mientras se quedaba el cuarto de
los novillos entre el arco de la villa y la puerta que está en el cruce de la
carretera. Muchos fueron los intentos por subirle hasta la plaza, se soltaron
varias veces los bueyes, pero todo esfuerzo fue inútil, al final se decidió
dormir al burel y llevarlo en dumper hasta la plaza.
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